Una colonia a medias, una república deformada.
La Isla de la Tortuga, situada en el caribe, escondite de
corsarios y piratas, desde el siglo XVII sirvió de utopía primigenia del
anarquismo abrigado, donde no existía autoridad alguna sino el arbitrio de la
fuerza del oro mal habido, de las rapiñas de corsarios "caballeros de capa
y puñal", la capa para cubrirse el rostro y el puñal rastrero para hundirlo
por detrás, a traición, al servicio de las potencias y de piratas delincuentes
declarados y confesos. En ese lugar gestaron grandes negocios turbios, prehistoria
del rapto recompensado, comercio de esclavos, drogas, trata de blancas, comercio
en todas sus formas y donde se pagaron las más grandes coimas precursoras de
las actuales, compra venta de títulos, "libre comercio de bienes,
servicios y personas", todo celebrado con gran impunidad y beneplácito de
unos y otros. Han pasado cuatro siglos, y díganme si no encuentran similitud en
los hechos con la realidad que vivimos. Si le agregamos solamente un
ingrediente más de la modernidad, la hipocresía democrática de las
acostumbradas elecciones, el sainete perfecto para poder reírnos a carcajadas
como compensación sarcástica a no ponernos a llorar sobre la patria derramada:
Somos una colonia a medias, una república deformada.
Para reírnos, y no con otro propósito a estas altura del
partido de la vida, no hemos encontrado mejor manera ilustrativa que
analizarnos, leyendo entre líneas los asertos cáusticos y en muchos casos
ciertos, por no decir la mayoría de ellos, de la prensa anarquista y siempre
extremosa pero muy ladina e inteligente de César Hildebrandt Pérez-Treviño, que
reproducimos comentada a nuestro estilo sin pretender hacer un ensayo, actuamos con libre albedrío para definir, o no,
si nos merecemos un presidente con la caparazón de tortuga en la concha
democrática en la que vivimos.
Resulta hilarante la cantidad de foros en la que se perora
sobre la honestidad, la ética y la corrupción, de lo que se dice y de lo que no
se hace y de lo que debe hacerse, sobre la deshonestidad que salta a la vista, oído
y olfato, si no al tacto, lo que ya te pone en compromiso a declarar o a que te
declaren por lo menos sospechoso de algo interesadamente partidario, la
"pro ética" de un defensor del pueblo, embajador y ministro del
régimen de las agendas compartidas de tan manido tema. Es un buen ejemplo del
titiritero que ofrece a la palestra títeres que agiten el cotarro, que exhiban
pornográficamente, sin pudor alguno, las mentiras extrovertidas de una sociedad
de la pos modernidad, la vida privada hecha espectáculo a través del Face, Twitter,
Instagram, Pinterest y microblogging existentes o por crearse para el superchisme
social interesado políticamente.
Los personajes de la tragicomedia peruana presenta
candidatos que, sin duda, habiendo sido presidentes varias veces han perdido
totalmente la compostura y se presentan sin vergüenza alguna con todo el lodo
político acumulado, como la retorta a saborear por el público electoral, bisoño
por su juventud y proletario e ignorante del engaño con edulcorantes de la
modernidad.
El presidente que nos merecemos, será melón será sandía o
será el más pendejo del otro día, más o menos, como creerle al mentiroso
consuetudinario, asaltante del tesoro público cortejado por antaña candidata
cófrade convertida en arlequín bufonesco, piquichona de las hazañas de Camotillo
Tinterillo. Será tal vez motoso arribista negociante de la educación, adoctorado
por embilletados bolsillos, rodeado de escaperos de mil partidos siempre por la
mitad, por intereses vanidosos o de picadas de mano permanentes y
autosostenidas por el sistema corrompido, que satisfarán sus ambiciones
congresales, o el "ya fue" juvenil de las redes sociales, un Guzmán
de-morado.
Será por fortuna que vamos a desenterrar la lampa, esta vez
no para construir dizque en el "Perú profundo", sino para desenterrar
los tesoros a flor de tierra a ritmo de Conga y Tambo incluido, y muchas, muchas
cosas más que habrá que llevar en las bodegas de los Mantaro y Pachitea,
regenerados a la Isla de la Tortuga, o quizás, para mayor sarcasmo, a Ciudad
Constitución, nueva ciudad perdida de los Incas donde el diablo perdió el
poncho y se fue a vivir a "Eisha". Y es que ha trascurrido mucha agua
bajo los puentes, que no es necesariamente la del niño o la que se desperdicia
desde siempre por el río Ocoña, el mayor caudal de la costa, mientras lloramos
desde niños de sequía, para darnos cuenta que la generosidad y filantropía real
del cejijunto y siempre bien recordado "architecto" del: "Hay
que trabajar y dejar trabajar", sin mirar al costado o atrás para darse
cuenta que están robando, hoy en día parece un imposible, hasta del Papa y de
la Madre Teresa, que solo se salvan por un acto de fe cristiana. Así es que la
filantropía de los pobres y el Perú como doctrina, habrá que buscarla en la
filosofía de un alemán un tanto olvidado por la historia, mi tocayo Ernst
Friedrich Schumacher, donde "lo pequeño es hermoso", aunque no deje
coimisiones, alegato impertérrito contra la sociedad distorsionada por el culto
al crecimiento económico. Ojalá que Alfredito "pollo fino" lo pusiera
en práctica sin malacrianzas cortesanas.
Pero el tema ahí no acaba, pues de esa misma generación ya
bien pasadita, tenemos a un cara de chiste, cada vez que me lo imagino doblado
en ocho, un flaco largo y esmirriado metido en la maletera para pasar la
frontera de Huaquillas, un Goofy, el Tribilín chistoso que quiere pasar, ni de
vainas, por cuy peruano, que se deja tocar las criadillas y quién sabe qué
otras cosas más, para hacerse popular y populachero, porque popular ya lo es
como lobista banquero charapa y buen negociante
tributario del tío Sam. Como mejor lo veo, desapasionadamente, es como solista
de una flauta dulce que encanta a una colección de mercantilistas como él, que
ven y sienten a la patria como un accesorio de utilería, chafalonía, bisutería,
joya de fantasía de la modernidad.
Y ¡Quéikosa, la tía Rosa! Repetir en plato hondo con alusión
directa a la cara de plato del sol naciente, verdaderamente estaríamos locos,
si no abochornados, por lo visto, oído y sucedido, porque para ser patriota hay
que ser y no parecer, como el ser hombre creyente, amar a la mujer, la madre y
la patria, la única razón perdonable para ser ayatola y hacer justicia. Hay
cosas que no se pueden ni se deben perdonar: la vergüenza internacional, el
escándalo y el escarnio del honor nacional ante el mundo. No tiene perdón de
Dios. Petain, héroe y mariscal de Francia, pagó con la prisión de por vida por
haber firmado el armisticio en París ocupada, igual debió suceder con Iglesias
por lo tratado con Chile en Ancón, y últimamente entre nosotros, una rata
Hermosa, el general victorioso de Tiwinza, con cesantía en su casa. Todo eso
sucede y seguirá sucediendo en la Isla de la Tortuga con o sin presidente elegido
por la mano de la codicia por el poder. A Fuji y su prole se le puede perdonar
y reconocer muchas cosas, especialmente por sus adeptos y sus adictos, cada
peruano tendrá sus razones, pero el país de mis ancestros se merece encontrar
su futuro más digno que con piratas, corsarios, sátrapas, ladrones, traidores y
demás esperpentos y desperdicios de la especie humana.
Hablar de Vero me atrae como a la fiesta brava, al hablar de
una Verónica de capa torera escarlata; si fuera una Juana de Arco, tendría el
hechizo de una mujer desnuda en sus creencias al galope eleccionario, casi a
narices con Tribilín y sus aves canoras y trepadoras,lo que me daría mucho
gusto, pero no. La fémina es psicóloga estudiada y dialéctica en su mensaje de
izquierda radicalizada, en su verbo "in pectore" encendido, porque no
le queda otra cosa, sino es atropellada por sus acompañantes más próximos. Femme
fatale dicen algunos, más peligrosa que su antigua congénere Nadine, de nada y
de todo para mí solita. Estas son las versiones de las nuevas mujeres prohijadas
por la subversión del género, aupadas en la igualdad exagerada y consentida por
el cabronaje escondido de un hombre cada día menos hombre, dado al mandil y al
pañuelazo, a la decadencia servil de su especie por su hedonismo incontrolado,
y que se vuelve tempranamente arqueología en el universo inconmensurable. Y es
que ya nadie está dispuesto ni dado al sacrificio, al sudor y a las lágrimas
del esfuerzo. Todos queremos todo, ahora o nunca, a disfrutar que la vida se
nos va a acabar, sin darnos cuenta que así ya está acabada. Hoy las frases
chistosas del ayer se han vuelto, y alcanzado la categoría de principios de
justicia exigibles a como dé lugar: "Para cojudos los bomberos que
trabajan y no cobran", frase de perogrullo, es hoy una máxima que anima a
la corrupción y al coimero con éxito social que exhibe y ostenta sus riquezas.
Para variar, no se me cocina un Marx y un Lenin con faldas, hablando de
comunismo o socialismo criollo, si no es con piel de oveja por más que tenga la
transparencia de las sedas y del nylon. Por más Dalila que sea el personaje,
siempre habrá algo escondido y oscuro para una sociedad vegetariana como la
nuestra, en el sentido que vejeta. Por esto es que en la víspera de decidir,
seguiremos pensando si el personaje escribió o no en la agenda de Nadine, y
porque una Ángela prostituta tiene derecho a postular para defender sus derechos en
un escaño; porque el genio y figura, robusta ética y moralmente que galvanice
al pueblo inculto y hambreado pero noble y auténtico, no está entre nosotros, por
eso hay tanta confusión y engaño, la patria encarnada en un socialismo culto no
existe. Tanto no existe, que hay tanta pelea e improvisación por representarlo,
tantos parches, tantos desatinos que exacerban las injusticias y los
mesianismos caudillistas.
Es que el candidato ausente es permanente y lo es desde que
venimos conformándonos. ¿Qué otra cosa queda? Votar por el menos malo hace
mucho tiempo, no votar, votar en blanco… ¿Por qué esa frustración democrática?
Porque nos ha hecho creer la clase política que sus defectos y defecciones son
virtudes que defienden nuestros privilegios, que existe una doble moral en el
rasero de nuestra conciencia que digita la conveniencia de pertenecer a un
grupo o clase social en un sentido y actuar en consecuencia, el temor a decir y
hacer lo auténtico y verdadero, sólo por respeto humano ser acomplejado de ser
y pertenecer a una élite, como si eso sea malo y políticamente inconveniente, no
querer representar lo que somos. Las élites son esencia de la formación de los
grandes patriotas de todos los tiempos, negarnos a ello es el camino a la
mediocridad y el acomodo, y eso es lo que para nuestra desgracia ha venido
sucediendo generacionalmente, sino cómo explicarnos que no tengamos un
candidato nuestro, un candidato de la talla y de la élite moral e intelectual que sea
auténticamente Marista. Seguramente algunos cuantos interesados me dirán
chauvinista desfasado de los tiempos que vivimos, llenos de superficialidad, pero
la verdad en este contexto es una y brilla como el sol que nos alumbra y da vida. La élite
marista por fortuna existe, porque germinó en la mente del padre Champagnat,
nuestro mentor -un campesino primigenio hijo de buena madre que se inspiró en
la Madre del Hermitage para dársela a los niños pobres sin amor de madre y
educación- hace más de un siglo entre nosotros, apuntando actualmente a las
clases menos pudientes en toda la nación peruana. Podemos decir que hay
maristas jóvenes en todas partes, la fraternidad y hermandad marista que nos dieron
nuestros educadores han abonado materialmente el camino fértil a las nuevas generaciones para tener un
candidato marista consecuente con sus principios, y que como nuestro hijo predilecto, desinteresadamente debemos apoyarlo: Que tenga agallas, que salga
de la oscuridad, de la mediocridad y de la perversión existente.
Por último y para terminar, no puedo dejar de desearles un feliz quincuagésimo quinto aniversario promocional, y un "bon appétit" el próximo 28 de abril en el Regatas.
Por último y para terminar, no puedo dejar de desearles un feliz quincuagésimo quinto aniversario promocional, y un "bon appétit" el próximo 28 de abril en el Regatas.
El presidente que nos merecemos
César Hildebrandt
Escucho a Alan García hablar en el evento sobre la corrupción organizado por algo que se llama Proética y que dirige el señor Wálter Albán, que fue adjunto del defensor del pueblo durante tres años del peor fujimorismo (1997-1999) y embajador y ministro de Humala, el ético presidente de las agendas compartidas.
García, uno de los más notorios asaltantes del tesoro público, habla de la lucha contra la corrupción como si alguien pudiese creerle. Este ignorante que quiere pasar por culto, este saqueador que se presenta como estadista, esta impostura anegada de litio blablablea y promete. Promete y blablablea. Y allí están el zorro Lago y el cauto Nieto y una señorita que no tengo el gusto pero que habla con dejo chibcha sobándole la tripa, asintiendo, haciendo preguntas "pertinentes".
Antes ese espectáculo me habría dado náuseas. Ahora —es un mecanismo de defensa que puede conducirme a una peligrosa longevidad— me da risa. Es como cuando escucho decir a Keiko Fujimori que ella y Montesinos mantuvieron una dramática distancia en los últimos meses de la gestión de su padre delincuente. No hay un solo documento, una sola carta, una sola grabación de audio o video que demuestren que la señora Keiko, usuaria hasta de los vueltos del dinero de la corrupción, haya tenido el coraje de enfrentarse, en su momento, al secuaz principal de su padre. Y, sin embargo, Jaime De Althaus da por válida esa versión y se prepara, como tanta gente en la prensa concentrada, a festejar el triunfo de esta hija del barro.
Keiko Fujimori y Alan García, aliado ahora con el fantasma de la ópera, son heterónimos de la misma derecha que hoy puede jactarse de su hegemonía ideológica y mediática. PPK es como el abuelo Memo de los chistes de Lulú y es básicamente otra marca en el Ripley de las ofertas electorales.
El único que, siendo lo mismo, chirría y desentona es César Acuña, el plagiario. Me río a carcajadas del escándalo armado alrededor de su tesis copiada y, por ende, de su doctorado madrileño y trucho. Muchos de quienes lo censuran son los que defendieron al hiperplagiario Alfredo Bryce Echenique y no serán pocos los que considerarán el delito de Acuña como viveza criolla y arte de la supervivencia.
Hay que decirlo: Acuña es un peruano a carta cabal según los cánones impuestos por el fujimorismo desde hace 26 años. No tiene principios, es exitoso, es capaz de todo, chorrea millones, apenas puede leer un texto escrito y sabe las de Kiko y Caco. ¡Es el emprendedor emblemático! ¡Es el busto de la modernidad entendido desde Gamarra!
Acuña es la suma de aquel país que Fujimori destruyó desde adentro, desde el alma, aquel país que Fujimori evisceró y convirtió en este territorio comanche que hoy somos.
Acuña es tramposo. ¿No es el Perú la capital de la trampa? Acuña no cumple su palabra. ¿No es ese un defecto mínimo en el Perú de las promesas rotas y los compromisos deshonrados? Acuña falsifica sus méritos. ¿Y no es el Perú un país donde García se hacía pasar por doctor y ahora por escritor y donde decenas de universidades piltrafudas otorgan maestrías mágicas? Acuña es un ignorante. ¿No es esa una segunda naturaleza del peruano promedio de la actualidad? (En RPP los corresponsales ya dicen "haiga", en la prensa escrita peruana es notorio el golpe de estado que han perpetrado las tribus no contactadas del idioma español). Acuña, en resumen, es una creación heroica del Perú decadente que se pone gorro de cocinero y vende cerros con cobre dentro y despilfarra el gas de Camisea. Lo que pasa es que a la derecha le da vergüenza, ahora, que Acuña se sienta en su mesa y ponga sus uñas grises en el mantel de la mona Jiménez. Pero a mí que no me vengan: Acuña es el presidente que nos merecemos. Y Bryce debiera ser su ministro de Cultura.
César Hildebrandt
Hay algo de cinismo en esto de sorprenderme por el nivel de la campaña electoral.
¿Por qué deberíamos tener una campaña de ideas cuando hace tiempo que el Perú, con extrañas excepciones, ha dejado de pensar?
¿Por qué habría de haber debates si en el Perú lo esencial hace tiempo que no se discute?
El triunfo mediático de la derecha ha creado este silencio intelectual sólo interrumpido por los ruidos molestos de un puñado de inconformes. Inconformes que escriben a veces en "La República", o en este semanario, o en alguna publicación que jamás llegará ni siquiera a tocar las puertas del sector "C".
¿Por qué deberíamos tener una televisión abierta si nos hemos resignado a que sea vertedero y puterío?
Somos conmovedoramente ridículos cuando pedimos políticos de primer nivel en un país de quinta y cuando nos escandalizamos por casos como el de Acuña, cuando hasta hace poco lo teníamos como uno de los grandes emprendedores salidos de la provincia, "el lado más sano del país".
Lo que tenemos es lo que hemos sembrado. Por ahora, la segunda vuelta será entre la heredera hipócrita de un ladrón y asesino y el señor que finge ser novedad a pesar de que reúne los más viejos vicios del conservadurismo camaleónico. El tercero en disputa es un señor que va a tener pronto dificultades urinarias y que encarna la faceta "sabia" de la tecnocracia derechista. En el cuarto lugar hay unos escombros y en el quinto habla y derrama lisura un obsesivo amigo de lo ajeno que está convencido de que es genial.
Eso es todo. Las elecciones que se vienen son de la peor calaña y van a obligar a millones de peruanos a elegir entre lo siniestro y lo sombrío, entre lo peor y lo malo, entre la malaria y el zica. ¿Tenemos remedio? No. No lo tenemos ni lo tendremos mientras no tengamos el valor de mirarnos en el espejo. La soberbia nacionalista nos impide hacerlo. Nos da miedo ver el rostro del Perú reflejado por la imparcialidad de la luz. Nos asusta destruir el mito patriótico.
Pero para que el Perú salga de esta crisis generalizada es del importante despertar del sueño opiáceo en el que vivimos y al que demagogos como Alan García nos condujeron.
Que escuche el que quiera: desde el punto de vista institucional, no llegamos a ser un país. Somos una vieja frustración, el aborto de una república, el simulacro de una monarquía, la parodia de una democracia. Estamos corrompidos hasta el tuétano. La inteligencia se ha retirado de la escena. La academia mira desde un balcón cada vez más amenazado. Nuestra prensa está, básicamente, al servicio del inmovilismo. La violencia está en todas partes. Los partidos políticos son feudos personales. El diagnóstico de Basadre, y aun el de González Prada, está intacto. Fuimos anarquía en la prosperidad y en el desastre. Nos farreamos la plata del guano y el salitre mientras una "república templada", como la llamó Barros Arana, compraba los barcos con los que nos mutilaría.
Todo eso es lo que no queremos reconocer. Y para contrapesar esa verdad negada nos llenamos la boca pensando que hoy somos ricos, que tenemos tres mil variedades de papa, una pléyade de cocineros y un pasado precolombino glorioso. Lo que no les decimos a nuestros hijos es que el país del pasado detrás del cual nos parapetamos, el de Machu Picchu, fue uno austero que odiaba el desorden y maldecía el robo. No somos herederos de esa gente. Nosotros sólo llegarnos hasta Tiwinza.
Sinvergüenzas
César Hildebrandt
No haber sancionado a Keiko Fujimori es la mayor prueba del fraude de estas elecciones. La candidata de Fuerza Popular había violado la ley electoral tanto o más que César Acuña, defenestrado por dos entregas de dinero en las que ni siquiera estuvo presente. Y si el mafioso Jurado Electoral Especial de Lima hubiese querido apegarse a la ley Alan García tendría que haber estado fuera. Las autoridades partidarias que aprobaron la lánguida Alianza Popular habían caducado e incurrieron en usurpación de funciones. Pero, claro, lo peor de la política tenía que ser favorecido por abogados que sirven a un sistema roído por la corrupción. Dijimos hace semanas que estas elecciones eran, ilegítimas. Lo dijimos cuando expulsaron al segundo de las encuestas. Ahora, con la anuencia mostrada respecto de Keiko Fujimori y Alan García, el fraude ha quedado, en toda su magnitud al descubierto.
Maria de Lourdes Loayza, Manuel Miranda y Edith Vargas esperaron a la medianoche del jueves santo para evacuar su fallo. La prensa basura hizo lo suyo: en RPP hablaban de frivolidades, en Capital preguntaban cuál era la película favorita sobre Jesús, en los canales informativos el gesto de complicidad criminal del JEE no merecía ningún comentario crítico. Está claro: estas elecciones están manchadas. Y el gobierno que surja de ellas carecerá de legitimidad constitucional. La derecha va a hacer todo lo posible para que la gente acepte esta mugre y sus esbirros van a decir que quienes nos oponemos a estos comicios truchos somos unos golpistas y unos subversivos. Lo mismo nos dijeron el 2000, cuando la banda armada que dominaba el país ensayaba su tercera reencarnación.
Frente a esta situación sólo cabe esperar que una primavera peruana se haga sentir en las calles y arranque de las autoridades electorales un veredicto justo tras la apelación que habrá de presentarse. Aceptar estas elecciones es indigno. Es someterse a los designios de una pandilla. Es volver a los años 30, cuando al Apra le robaban los votos. Es volver a los 60, cuando a Haya de la Torre los militares reaccionarios lo vetaron. Se ha producido un golpe de Estado blanco y abogadil. ¿Qué pasa cuando el poder electoral está descalificado para ejercer sus funciones? Pues pasa que la democracia se pone entre paréntesis y los hechos consumados son los que prevalecen. ¿Había pruebas concretas y abundantes sobre el caso de Keiko Fujimori? Las había. Que el JEE las haya rechazado supone que ha actuado como parte de una conspiración destinada a no aplicar la ley por igual. El fujimorismo ya no necesita ganar las elecciones del l0 de abril. Ya manda. Ya puede jactarse de haber vuelto. Y Távara y su combo son, por ahora, herederos de Portillo y compañía.
¿Se prestarán los candidatos de la renovación —Barnechea y Mendoza— a ser parte de esta farsa? Sus consejeros les dirán que sí, que es posible que en la segunda vuelta la favorita del Jurado Nacional de Elecciones pueda perder. Pero ese no es el asunto. El asunto es que las elecciones no son tales dado que el llamado poder electoral actual se ha marginado de la ley.
Si la ilegitimidad del próximo gobierno se convierte en ingobernabilidad y terremoto social, ¿a quién vamos a culpar? ¿A las protestas o a los que se burlaron del cumplimiento de la ley? El próximo gobierno tiene tareas que requerirán de delicados consensos, de diálogo, apertura y transacciones. ¿Será eso posible con un origen notoriamente discutible de su mandato? Si el Perú fuese un país serio, lo que tendríamos que hacer es echar a la calle a las autoridades electorales y convocar nuevas elecciones respetando, desde luego, el plazo del 28 de julio de este año como fecha límite para la vigencia del actual gobierno. ¿Es tan traumático eso? Mucho más lo será ir a estos comicios enmierdados.
Por qué no votaré por Alberto Fujimori
César Hildebrandt
No votaré por Keiko Fujimori porque votar por ella es, en realidad, votar por su padre. Keiko Fujimori no existe. Es uno de los seudónimos del reo. Es como decir Luz Salgado, una de las entidades que esconden al asesino y ladrón que fundó la dinastía. Es como decir Martha Chávez.
El fujimorismo es una unanimidad compacta, un modo masivo y sombrío de mirar el mundo. El fujimorismo es nuestro modo de ser norcoreanos.
No votaré entonces por Alberto Fujimori porque así no votaré por la gentuza que apoyó el golpe de Estado, que celebró las ejecuciones extrajudiciales, que no dijo una palabra cuando las instituciones fueron devoradas,que avaló el fraude del año 2000. No volar por Alberto Fujimori es no votar por lo más supurado del Perú.
La vieja derecha, la de siempre, la que sigue diciendo que la reforma agraria no debió hacerse, está feliz con el regreso de Alberto Fujimori. Espera, claro, que le paguen los bonos de la reforma y que las asignaciones de obras públicas vuelvan como en la época de J.J. Carnet presidiendo la repartija.
¡Qué voracidades acechan ante el más que posible regreso al poder de Alberto Fujimori!
Para empezar, la lista de prófugos familiares y afines está allí, a la espera de que jueces pertinentes los prescriban, los absuelvan, los borren de las fichas de Interpol. ¿Qué planes tendrá Ernesto Schütz Landázuri para Panamericana TV? ¿Y cómo se aplicará el talento de Daniel Borobio, de vacaciones en Chile por ahora? ¿Reivindicarán a Blanca Nélida Colán? ¿Qué embajada le espera a la Chávez? ¿Kerosene tendrá algún cargo en Interior? ¿A qué geisha pondrán en el 7?
En Eisha se frotan las manos, salivan de más. Están seguros de que la aburrida y revoltosa democracia terminará con Alberto Fujimori retornado. "Los buenos tiempos están a punto de volver", deben estar diciendo. En efecto, si la democracia es el territorio de la duda y, a veces, el laberinto del consenso arduamente buscado, el fujimorismo es la democracia entendida por un sátrapa, de esos que no vacilan en poner la bala donde otros ponen palabras suasorias. Alberto Fujimori redimido volverá con toda su plenitud de hombre fuerte, de macho que no teme al qué dirán. De modo que ya saben los protagonistas de los más de 200 conflictos sociales en estado de latencia: lo que viene es que Tía María va y que Conga va porque somos un país minero, ¿entendiste, Paco Yunque? ¿Entendieron, mamarrachos instigados por las ONG rojas, esas que Chlimper mandaría a cerrar? La derecha de Kapalaa sueña con King Kong gobernando Nueva York y con Alberto Fujimori gobernando el Perú.
¿Pero es que no podemos concederle al fujimorismo la posibilidad de haber cambiado, oiga usted?
No. Porque no ha cambiado. Si hubiese cambiado, habría hecho un examen de conciencia y nos habría pedido perdón por lo arrasado y lo ensuciado y lo matado. Pero el fujimorismo no sólo no ha pedido perdón: se jacta de su pasado, vive y se nutre de él, llama faltas a los delitos y quiere hacernos creer que Montesinos fue el autor de los crímenes y los robos mientras Fujimori se dedicaba a gobernar. Pero resulta que el leal Montesinos robaba para la camarilla y compraba diputados para la camarilla y sacaba dinero del presupuesto de defensa para que los hijos del jefe de la banda estudiaran en los Estados Unidos.
No, no votaré por Alberto Fujimori en lo de abril.