sábado, 2 de febrero de 2013

Sábado 26 de la Achira

El 26 es el número de letras del alfabeto latino, matemáticamente, el único numero al que a la vez su antecesor es un cuadrado perfecto (25=5x5), y su sucesor es un cubo también perfecto (27=3x3x3), siendo un número compuesto tiene los factores propios 1, 2 y 13, que sumados dan 16, menos que 26 por lo que se trata de un numero defectivo, para mí, sin tanta hermenéutica numérica, me hace acordar a un "pato al lado de su pata gorda y feliz".


Agraciado sábado de verano, reunió las cuitas de Lucho y Julio sobre carros del Dakar, al que se unió Eduardo que con su sapiencia enriqueció la conversación que giro vertiginosa y sabia al abrir el libro que traía a la modesta "Achira" del quechua de los incas, hoy flor de parques y jardines, qué recuerdo primorosas cultivadas de las manos de Irene Lettersten en la Sexta Feria Internacional del Pacífico, la esposa de Gosta, el suizo mágico que la creó y se fue con ella, donde pude aprender pininos de Comercio Exterior, que me llevarían a ser Agregado Comercial por concurso público.



Y es que las "Achiras", como la Achirana del Inca son mágicas en el recuerdo, por su lozanía y multitud de colores y tonos, yo no sé de dónde la señora "jardinera de la Feria" conseguiría importada tanta variedad y tonalidades tan bellas y raras, que adornaban los jardines que seguramente ustedes también recuerdan coloridos como los cuadros de Vicent Van Gogh.


 

Aparte, habría que agregar que los rizomas de Achira se comen porque tienen el almidón más digerible y exquisito, galletitas especiales para el cafecito, habría que ir a saborearlas a Colombia donde las usan también como "pasapalos".


Esta semana me tocó ir a Relaciones Exteriores en el centro de Lima, al costado de Torre Tagle, la casa de la cultura del Inca cronista Garcilazo, me di con la sorpresa de encontrarme con Toño Cisneros que me daba la bienvenida en una gran foto mural, que anunciaba la exposición de su obra y "cacharros", como él diría:


...Sin embargo, no encontré lo que yo buscaba en "un poeta que amaba la vida", como anunciaba el eslogan: una puesta de sol de las tantas que pintó y poetizó, y como comentamos con Tancho en su oportunidad, nos extasiaba en los malecones de nuestro querido Miraflores... Los días de semana, ¿ah? Los feriados… Se salió el mar de Agua Dulce… Los espacios vacíos de la exposición sin público (era el único en toda la casa) me hizo pensar como Bequer qué rápido y qué solos se quedan los muertos, pensé en el gran "Cholo Castilla", Mariscal que quiso morir recostado en su silla de montar en una playa de su Tarapacá, mirando la puesta del astro rey y coincidentemente en el último deseo de Domenico Modugno, de ser enterrado en un escarpado bajo una piedra con vista a la puesta de sol en el mediterráneo. O sole mío! Adorna la despedida de esta semana.


 




Ernestito, ¡apaga y vámonos, maldita sea!... A vivir la vida, lo que quede de ella en buena compañía.
PD: Asistieron LHDS, JGCH, EVB, ECPA.

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