Agraciado sábado de verano, reunió las cuitas de Lucho y Julio sobre carros del Dakar, al que se unió Eduardo que con su sapiencia enriqueció la conversación que giro vertiginosa y sabia al abrir el libro que traía a la modesta "Achira" del quechua de los incas, hoy flor de parques y jardines, qué recuerdo primorosas cultivadas de las manos de Irene Lettersten en la Sexta Feria Internacional del Pacífico, la esposa de Gosta, el suizo mágico que la creó y se fue con ella, donde pude aprender pininos de Comercio Exterior, que me llevarían a ser Agregado Comercial por concurso público.
Y es que las "Achiras", como la Achirana del Inca son mágicas en el recuerdo, por su lozanía y multitud de colores y tonos, yo no sé de dónde la señora "jardinera de la Feria" conseguiría importada tanta variedad y tonalidades tan bellas y raras, que adornaban los jardines que seguramente ustedes también recuerdan coloridos como los cuadros de Vicent Van Gogh.
Aparte, habría que agregar que los rizomas de Achira se comen porque
tienen el almidón más digerible y exquisito, galletitas especiales para
el cafecito, habría que ir a saborearlas a Colombia donde las usan
también como "pasapalos".
Esta semana me tocó ir a Relaciones Exteriores en el centro de Lima, al
costado de Torre Tagle, la casa de la cultura del Inca cronista
Garcilazo, me di con la sorpresa de encontrarme con Toño Cisneros que me
daba la bienvenida en una gran foto mural, que anunciaba la exposición
de su obra y "cacharros", como él diría:
...Sin embargo, no encontré lo que yo buscaba en "un poeta que amaba la
vida", como anunciaba el eslogan: una puesta de sol de las tantas que
pintó y poetizó, y como comentamos con Tancho en su oportunidad, nos
extasiaba en los malecones de nuestro querido Miraflores... Los días de
semana, ¿ah? Los feriados… Se salió el mar de Agua Dulce… Los espacios
vacíos de la exposición sin público (era el único en toda la casa) me
hizo pensar como Bequer qué rápido y qué solos se quedan los muertos,
pensé en el gran "Cholo Castilla", Mariscal que quiso morir recostado en
su silla de montar en una playa de su Tarapacá, mirando la puesta del
astro rey y coincidentemente en el último deseo de Domenico Modugno, de
ser enterrado en un escarpado bajo una piedra con vista a la puesta de
sol en el mediterráneo. O sole mío! Adorna la despedida de esta semana.
Enlace al tema: http://www.youtube.com/watch? v=FnkS0jWsmQY
Ernestito, ¡apaga y vámonos, maldita sea!... A vivir la vida, lo que quede de ella en buena compañía.
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